
Como algunos sabéis, una de las aficiones que tengo es el deporte, concretamente el baloncesto, y soy entrenador en un club de barrio. El deporte y entrenar me ayuda a poner en perspectiva los problemas, a trabajar la paciencia y, sobre todo, a valorar a los niños que, a pesar de tener problemas reales —no los del primer mundo, como quedarse sin Wi-Fi—, siguen adelante cada día. Puede que no sean los mejores jugadores del mundo ni lleguen a jugar como profesionales, pero se esfuerzan como el que más y, cuando llega el momento, dan ese esfuerzo extra por el equipo.
Llevamos jugando casi cuatro meses y la equipación va llegando en cuentagotas, con lo que algunos están si equipación y jugando como pueden. Tenemos a este chico, jugando con una camiseta vieja o blanca porque son las únicas que tiene. Es cierto que no se puede jugar sin la equipación, hay la norma que puedes ir sin número si la camiseta es del mismo color que la del club, pero esto no siempre pasa. No todos tenemos camisetas lilas o grises o salmón o del color que sea, con lo que se viene aplicando la norma de que lo importante es que los niños jueguen, la estética suele pasar a segundo plano sobretodo en categorías de formación y sobretodo, las más bajas.
Con estas premisas nos presentamos en el partido del pasado sábado y como es normal, la equipación no ha llegado y pasado unos tres minutos pido cambio para que este chico salga al partido. Lo normal, intento que todo aquel que se esfuerza en los entrenos pueda jugar minutos y que estos esten repartidos entre todos. Pero aquí llega mi sorpresa, el árbitro no le deja jugar. Después de un intercambio de opiniones de “es que no tiene ropa”, “no ha llegado”, “se cuales son las normas pero en este nivel y edad creo que se han de priorizar otras cosas”, el árbitro sigue en sus trece, que el niño no puede jugar. Y aquí llega el momento en el que yo soy consciente que me indigné ante la actitud de este señor, que no sólo es el que más cobra de todos, sino que es el representante de la norma y sobretodo el espíritu del deporte. Ante mi cara de sorpresa y de la pregunta “y que le digo al niño, que no puede jugar porque el departamento de producción de camisetas no ha fabricado su ropa?, que toda esta semana ha venido a entrenar y esfozarse no puede jugar el partido con sus amigos?, que le digo a sus padres que hacen un esfuerzo económico para que su hijo haga deporte?” y la respuesta quizás te sorprenda, pero a mi me indigno lo suficiente como para que la respuesta a su contestación mereciera una técnica, este muchacho, porque no tendría más de veinte años, haciendo gala de una empatía y capacidad de gestión contestó con un “Ni lo se, ni me importa, y además no es mi problema”
Me quedé pensando que esta persona ha de ayudar, junto con entrenadores y padres, a transmitir valores, a crear una cultura que sea digna de ser aprendida y comunicada. Esta persona, además, llegará un punto que quizás llegue a ser jefe de alguien o dirigirá un equipo y veo que estas son sus bases teóricas y morales.
¿Que ocurrirá en el mundo de la empresa con esta persona? será capaz de ver más allá de las normas o simplemente las aplicará sin titubear y lo peor de todo, será totalmente insensible a la realidad que nos rodea y que altera los planes. Será capaz de ser inflexible en vez de ver los matices que nos da la vida.
Me entristece que esta persona sea como es, quizás ha sido un episodio y recapacitará y podrá ser un elemento que ayuda a mejorar su entorno más que un guardián pretoriano que no tiene sensibilidad ante sus semejantes. Espero que cambie, y sino es así, espero que nadie trabaje para él, porque si no entiende que las normas son importantes, es tan o más importante saber el espíritu de las mismas y poder gestionar estos temas con mano izquierda y no a base de autoridad.
Como nota alegre, me recorrí todo el pabellón buscando una camiseta del color adecuado para que jugara. No encontraba ninguna de su tamaño y al final acabó jugando con la segunda equipación, que para más risas es de color azul, y el equipo contrario tenía una camiseta blanco/azul, así que las posibilidades de confundirse unos con otros era más alta con esta que con la negra original con la que inicialmente había saltado a la pista.