
Estaba escuchando la entrevista en el podcast de Javier Hernández a Diego Ocampo, entrenador del Baxi Manresa de baloncesto, y se plantea la disyuntiva que da título a este artículo. Si conoces algo sobre los deportes de equipo, eres consciente de que formalmente hay una distribución de roles clásica: en baloncesto es el base, alero y pívot, y en el fútbol quizás sean defensas, delanteros o mediocampistas. Lo relevante es que hay una cosmología sobre qué ha de hacer cada uno de ellos.
Pero esta verdad aceptada por prensa y aficionados, lo que el entrenador ha de conseguir es que cambien la mentalidad de rol a la mentalidad de objetivo. Pasar del yo al nosotros. De la visión centrada en el objetivo personal al objetivo de grupo.
Cuando uno trabaja el yo, sus objetivos son claros, están enlazados directamente a su propio rendimiento y necesidades. Tiene la ventaja de que no se han de negociar -aparentemente- y el responsable de fijarlos, marcar metas, objetivos y contrastar el progreso depende de una sola persona. Rápido, eficiente y limpio, no hay conflicto de intereses ni fricciones con las personas que participan porque dependes de ti.
Con esta aproximación podrás ser tu mejor versión en solitario, y si eres un individualista convencido no hay mucho más que se pueda hacer porque creo firmemente que esta es la primera fase de lo que podría venir después si aceptamos que después de ser exigente con uno mismo, viene el viaje más interesante y complicado: encajar con otras personas en un contexto, ya sea social, deportivo o empresarial.
Aquí es cuando entra el concepto de trabajar para. Quizás uno puede ser la mejor versión de sí mismo, pero si conseguimos fijar objetivos comunes, sumar talentos, marcar líneas que no sean sesgadas y beneficien a todos, no al mismo tiempo pero sí al final del recorrido, es que trabajamos para, con un objetivo más grande que nosotros mismos.
Un ejemplo que os puedo dar es un abogado en un bufete de estos que cobran 800€ la hora. ¿El socio de la firma va a recoger un papel del suelo o él es socio y no es su trabajo? Por supuesto, porque trabaja para un objetivo. Quizás limpiar no entre en sus responsabilidades y podría llamar a su secretaria para que llame a la empresa de limpieza para que llame al responsable de la cuadrilla para que llame a la persona para que le caiga una reprimenda y que venga y recoja el papel. No, recoge el papel y luego avisa a quien ha de avisar de que eso no puede ocurrir. Y todavía está la tercera opción, que ni avise de que hay algo por recoger y solo se queje en el café creando malestar y mal ambiente sin tomar ninguna decisión que se aparte de su trabajo que es captar clientes y facturar.
La diferencia entre las distintas opciones demuestra la salud de grupo de un colectivo. Si eres dispuesto a dar ese paso extra fuera de tu rol formalmente aceptado, es un ejemplo que impregna al resto y que consigue sumar y crear momento para que todos intenten no solo ser su mejor versión sino sumar en cada momento que pueden marcar la diferencia entre éxito y fracaso.
Esta actitud no la confundamos con el buenismo y el ir perdonando a la gente porque la vida es dura. Es la capacidad de sentirte parte de algo más grande que uno mismo y querer protegerlo aunque eso signifique salirte de tus funciones por un momento para no perder ni un instante en distracciones del ego.
Son, como decían en el podcast, sacrificios inteligentes, la capacidad de sufrir y esforzarse por una mejora, por esa décima de segundo que marca la diferencia entre el primero y el segundo.
¿No os habéis preguntado nunca por qué los grupos con mejor salud social en pista son los que mejor rendimiento tienen a la hora de competir? Porque no se cierran en su rol, se sienten parte de un grupo, son conscientes del esfuerzo que hacen los demás y los respetan. Y si alguien no está a la altura o no da ese paso extra, lo pueden criticar -de forma constructiva- y los egoísmos de "yo trabajo de" pasan a ser "yo trabajo para", para que el grupo del que yo formo parte sea su mejor versión posible.
En cuántas empresas hemos visto el clásico “esto no es problema mío” y dejar que algo se acabe pudriendo cuando todos lo sabíamos, o que el que todos sabemos que no trabaja ni para hacerse la comida vaya de divo y culpando al resto de no llegar al resultado, y como directivo o tienen un curso en el MIT nadie le puede contar las verdades del barquero. Eso es uno de los cánceres de muchas empresas y hacen que el talento, eso que hace que tus clientes paguen por tus productos, se acabe marchando.
Con lo que la pregunta que todos los directivos tendrían que responderse es, ¿En tu empresa trabajáis de o para?
Espero que te sea útil. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte?